Pedagogía e investigación. La escuela como lugar de saber

Por: Deissy Johanna Bautista. Coordinadora de sistematización Alianza Educativa.
Las aulas1 de cada institución son, sin duda, un universo diverso. En Alianza Educativa ocurre lo mismo: al entrar en un aula se percibe una energía única, con estudiantes participativos, conectados con su aprendizaje y convencidos de que pueden lograr lo que se proponen. Como en todos los contextos, algunos atraviesan retos difíciles, pero saben que no están solos; siempre encuentran acompañamiento. También están los docentes, que se la juegan toda por el aprendizaje y el bienestar de sus estudiantes, y, junto a ellos, las familias, el personal administrativo y los directivos, todos unidos por un propósito común: que cada estudiante aprenda, desarrolle su proyecto de vida y se convierta en un agente transformador de su contexto.
Este propósito compartido que hoy une a nuestras instituciones no se construyó de la noche a la mañana; es el resultado de 25 años de recorrido y de un trabajo en red con otras instituciones, lo que nos ha permitido acumular aprendizajes y enfrentar desafíos que, como ladrillos invisibles, han ido consolidando los cimientos de una identidad común.
La pandemia nos llevó a redescubrirnos
En medio de esta trayectoria apareció un hecho inesperado para todos: la pandemia del 2020. Aunque hoy, cinco años después, parezca lejano seguir hablando de ella, lo cierto es que fue un punto de inflexión. No solo transformó la enseñanza, el aprendizaje y el bienestar socioemocional; también nos permitió reconocer un tesoro que teníamos y que tal vez dábamos por sentado: nuestra cultura escolar.
Seguramente muchos educadores vivieron la misma experiencia al regresar a los colegios. En nuestro caso, los rectores lo expresaban con preocupación: “estamos perdiendo la cultura”, “algo está pasando con nuestra cultura”, “necesitamos fortalecerla de nuevo”. No eran los únicos: docentes, estudiantes y familias compartían esa misma sensación. Fue entonces cuando surgieron las preguntas que nos abrieron un nuevo camino: ¿a qué nos referimos cuando hablamos de cultura?, ¿cómo se manifiesta?, ¿cuáles son sus rasgos distintivos?
Empezó la búsqueda de definición compartida
Definir la cultura escolar no es tarea sencilla: implica buscar una definición clara, real y, sobre todo, visible. La cultura es un campo de estudio amplio y complejo, así que asumir este reto nos llevó a revisar nuestra historia y, por encima de todo, a escucharnos unos a otros como comunidad. Podría pensarse que, al interactuar todo el tiempo, ya sabemos quiénes somos, qué nos caracteriza y cuáles son los acuerdos que orientan nuestro actuar. Sin embargo, cuando intentamos expresarlo, aparecían múltiples elementos, y cada persona lo narraba de una manera distinta. Fue entonces cuando nos preguntamos: si quisiéramos compartir este legado con otros, ¿cómo lo podríamos contar?; y, más aún, ¿cómo lo podríamos vivir?
El proceso fue enriquecedor; realizamos talleres, entrevistas, grupos focales y observaciones, que con gusto estamos dispuestos a compartir en detalle con quienes se hagan las mismas preguntas en sus instituciones. En cada espacio se escucharon voces diversas, algunas nostálgicas, otras críticas y muchas profunda- mente inspiradoras. De ese mosaico de experiencias comenzaron a emerger patrones comunes, coincidencias que nos ofrecieron un primer camino para sistematizar nuestra cultura.
Exploramos otros estudios
En un estudio de la Escuela de Educación de la Universidad de Harvard (2018), nos encontramos con una afirmación:
La cultura de una escuela será fuerte o débil dependiendo de las interacciones entre las personas.
En una cultura fuerte hay interacciones numerosas, superpuestas y cohesionadas; como resultado, el conocimiento sobre el carácter distintivo de la organización se transmite y refuerza ampliamente.
Inspirados en esta reflexión, identificamos nuestras creencias, valores y no negociables. Comprendimos que la cultura de Alianza Educativa no es un discurso motivacional ni un listado de frases bonitas en las paredes, sino un conjunto de prácticas vivas que nos permiten alcanzar nuestro propósito.
En diálogo con lo planteado por Edgar Schein (1990), reafirmamos que la cultura de un grupo es un patrón de creencias compartidas, el cual surge de la experiencia de resolver problemas juntos. En Alianza, esas creencias y valores, transmitidos de generación en generación, se han convertido en una manera de entender, pensar y actuar frente a los desafíos.
Esta reflexión, sin embargo, no es exclusiva de Alianza Educativa. Cada colegio en Bogotá, desde las instituciones rurales hasta los colegios urbanos, tiene su propia manera de expresar y vivir la cultura escolar. En algunos, esto se hace visible en las tradiciones y símbolos; en otros, en la organización de la convivencia o en la relación cercana con las familias. Reconocer estas expresiones nos recuerda que, aunque los contextos sean distintos, el reto de sostener vínculos sólidos que hagan posible el aprendizaje y el bienestar de los estudiantes es común a todas las comunidades educativas.
Encontramos nuestras creencias
De este trabajo, que realizamos de la mano de nuestra comunidad, surgieron siete creencias centrales que hoy nos definen:
01. Creemos que tener altas expectativas es determinante para que TODOS nuestros estudian- tes desarrollen su máximo potencial y construyan un proyecto de vida exitoso.
02. Creemos que apostarle a la excelencia académica nos permite ofrecer una educación de calidad, pertinente y acorde con los talentos de cada estudiante.
03. Creemos que el desarrollo socioemocional es parte integral del proceso de enseñanza y aprendizaje.
04. Creemos que todos los adultos debemos proteger los derechos de los niños, las niñas y los adolescentes, aplicando de manera irrestricta nuestra política de protección.
05. Creemos que no hay estudian- tes problema, sino estudiantes con problemas, y que debemos comprender sus realidades para brindar una atención pertinente.
06. Creemos que en nuestros colegios matriculamos estudian- tes y familias, y que las familias son actores clave en los procesos de aprendizaje.
07. Creemos que un entorno de relaciones positivas y seguras es condición indispensable para que los estudiantes aprendan y sueñen en grande.
Descubrimos nuestro actuar y su relación con las creencias
Estas creencias se sostienen sobre tres valores que orientan todas nuestras acciones:
Responsabilidad: responder con proactividad a las demandas de la comunidad y del entorno, y aprender de los errores y perseverar.
Respeto: valorar a cada persona sin discriminación y generar ambientes de convivencia y escucha activa.
Rectitud: actuar con honestidad y coherencia, cultivando autodisciplina y determinación para hacer siempre lo correcto.
Todo esto confluye en un propósito compartido: que cada estudiante encuentre en nuestros colegios un espacio para desplegar sus talentos, construir la mejor versión de sí mismo y aportar a la sociedad.
Acciones pequeñas que movilizan la cultura
Como parte de este proceso, trabajamos con los rectores en la creación de cinco rutinas básicas que ayudarán a movilizar y reforzar estos valores en la vida diaria de la escuela:
Una rutina de puntualidad para que los estudiantes gestionen su tiempo y fortalezcan valores de respeto y responsabilidad.
La rutina de la señal de silencio para promover el respeto y contribuir a la gestión del aula, aprovechando mejor el tiempo de clase.
Una rutina de limpieza para generar hábitos de cuidado del entorno y fortalecer la honestidad y responsabilidad en el uso de los recursos.
Una rutina de desplazamiento para cuidar de nosotros mismos y de los otros, respetando turnos, tiempos y dinámicas.
Una rutina de niveles de ruido para garantizar espacios en los que todos puedan ser escuchados y se respeten las actividades de los demás.
Estas rutinas fueron acompañadas de herramientas concretas: documentos explicativos, formatos de planeación y estrategias de seguimiento. La intención siempre fue clara: convertir los valores y creencias en prácticas visibles, cotidianas y compartidas por toda la comunidad.
Nuestros resultados iniciales
Los resultados han sido claros. En 2024 encuestamos a 2000 personas —estudiantes, docentes y familias de nuestros 11 colegios— en torno a afirmaciones relacionadas con las creencias, los valores y las rutinas del modelo. Esto se hizo después de socializar la propuesta e implementar procesos de formación y acompañamiento liderados por rectores y docentes. El resultado: un promedio de 4 en una es- cala Likert que iba de ‘totalmente en desacuerdo’ a ‘totalmente de acuerdo’. A partir de este ejercicio, identificamos que aproximadamente el 99 % de los participantes manifestó una percepción positiva frente al reconocimiento y la identificación con el modelo de cultura; afirmaron que lo ven reflejado en sus prácticas cotidianas.
Un hallazgo clave de este proceso fue reafirmar que los rectores y docentes tienen un rol crucial para movilizar el modelo, especialmente en el trabajo con las familias, y que, a su vez, las familias cumplen un papel fundamental al apoyar y acompañar a los estudiantes y a los colegios en su tarea formativa. Sin ellos, la cultura no podría consolidarse ni sostenerse en el tiempo.
Más allá de la cifra, lo verdaderamente valioso es la apropiación real. Para fortalecerla, creamos el programa Conectados con Alianza, que busca que las creencias y valores se vivan día a día en cada grado, en cada aula y en cada interacción. La cultura dejó de ser un concepto abstracto para convertirse en una experiencia palpable que se consolida en la práctica diaria.
Esta experiencia también ha generado ecos en otros lugares de Bogotá y Cartagena, especialmente en los que hemos acompañado mediante conversatorios, formación y fortalecimiento institucional. Allí hemos visto cómo, al abrir conversaciones sobre cultura escolar, surgen resonancias y adaptaciones creativas que enriquecen el panorama educativo. Al final, todos compartimos un mismo desafío: garantizar que la cultura escolar sea un soporte real para el aprendizaje y el bienestar de nuestros estudiantes.
La cultura —lo entendimos— no se decreta ni se escribe en manuales; se construye en el día a día, en los gestos sencillos, en los hábitos compartidos, en las interacciones constantes.
Es un tejido vivo que se fortalece con la participación de todos, un entramado de vínculos invisibles, pero poderosos, que sostienen la vida escolar.
Hoy, cuando miramos hacia atrás, vemos que la pandemia no solo nos desafió, también nos dio la oportunidad de reconocernos en lo esencial. Descubrimos que lo que sostiene nuestra escuela no son solo las paredes ni los programas académicos, sino la cultura compartida, ese lazo que nos une y nos impulsa a seguir soñando.
Y ese lazo, sabemos, no es exclusivo de Alianza Educativa. También late en cada colegio donde un maestro se esfuerza por acompañar, donde una familia se involucra, donde un estudiante sueña. Si logramos seguir compartiendo estas experiencias y aprendizajes, podremos fortalecer un tejido educativo que abrace a toda la ciudad. Por eso queremos aprovechar para hacerles la invitación a dialogar, a visitarnos y a construir juntos. Queremos que este camino de reflexiones y prácticas no se quede solo en nuestras aulas, queremos que se enriquezca con las voces, experiencias y saberes de otras comunidades escolares. Estamos convencidos de que, al trabajar hombro a hombro, podremos seguir cultivando una cultura escolar que transforme vidas y expanda horizontes.
Referencias
Harvard Graduate School of Education (2018, julio 23). What makes a good school culture? Usable Knowledge.
https://www.gse.harvard.edu/news/uk/18/07/what-makes-good-school-culture
Schein, E. H. (1990). Organizational culture. American Psychologist, 45(2), 109-119.
1 Contacto con la autora:: dbautista@alianzaeducativa.edu.co.
Conozca más en www.alianzaeducativa.edu.co

